miércoles, 28 de diciembre de 2011

SECUESTRO


Poco a poco la luz se me fue metiendo por los ojos, obligándome a  abrirlos. Era lo último que quería, no podía enfrentar la situación en la que me encontraba, no sabía cómo hacerlo. El siguiente golpe, fue tan fuerte, que pensé que se me rompería la cabeza, no fue así. Seguía más o menos entero.
Sólo escuchaba gritos y groserías, como si por el simple hecho de escucharlos pudiera hacer que el dinero apareciera en sus manos. Solo golpes y más golpes y una mísera comida al día, asquerosa aun para mí que no soy delicado para comer. Era claro que traían desperdicios de algún lado para alimentarme y no eran del día, sabían a cebo, a podrido, a viejo.
Ya no importaba mucho en realidad, me era imposible masticar lo que fuera, tenía rota la quijada como resultado de una patada que recibí hace ya como dos meses, el día que me secuestraron, así que solo chupaba lo poco que recibía, no podía hacer mas. No me podía sentar y no me podía parar, lo primero porque la bala alojada en mi nalga me lo impedía, la infección era tan fuerte que me inyectaban sin la más mínima precaución, donde cayera, “solo para mantenerte vivo un poco más” decían, no me podía parar porque estaba prohibido.
Me resistí al secuestro, lo único que logré hacer fue romperle la cara a uno de ellos con una patada, de esas que aprendí en el Taekwondo, por eso me disparó dos veces, “una balita por cada uno de mis dientes de oro que me tirates” se justificó. Pero la segunda solo fue un rozón, el mismo calor de la bala cauterizó la herida.
Estos tipos no alcanzan a entender que dinero en la familia no hay, que todo era pura presumida mía, la camionetota, la llevaba pagando apenas 3 meses y me faltan más de 3 años, de seguro ya hasta la recogieron después de tanto tiempo aquí encerrado y sin pagar nada. La ropa la compré en esa tienda de ropa que vende ropa con aires de muy fina pero bien barata.
Hoy me dijeron que ya se les cayó el negocio y por eso me están golpeando, como si de algo sirviera, dicen que a mi padre, se lo llevó la Federal, que para investigar. Pero dicen estos tipos que en un periódico lo acusan a él de mi secuestro. Segurito mi madre ya se me murió del dolor, por mi padre y por mí.
Me acaban de levantar del suelo, dicen que me van a tirar por ahí, que ya no les sirvo de nada, “nomas gastamos lana a lo pendejo con este güey”, “Jálate tu machete y que no se te olvide la cartulina” esas cosas escuchaba a duras penas entre los zumbidos que llenaban mi oído. El dolor era tan fuerte que deje de sentir, casi deje de mirar entre mis parpados entreabiertos, pero cuando me sacaron a la calle, me di cuenta que estaba como a una cuadra de mi casa. Con razón se me hacían conocidos los tipos, con razón sabían mi nombre, con razón me buscaron a mí.
Me aventaron al carro, me golpearon mil y una vez más, el salvaje que estaba sentado a mi lado me enterró su navaja en el ojo, nada más para divertirse, “ya ni lo vas a usar, ni modo que lo quieras donar para un cieguito” dijo entre risas. Los otros dos muertos de risa, y luego me empezaron a picar por todos lados, poquito, no muy profundo, solo para hacerme daño, no para matarme de plano. Se estaban divirtiendo.
No sé cuanto duró el tormento, pero cuando se detuvo el carro estábamos en descampado, no se veía nada, así que me bajaron, me patearon y picaron incontables veces. “hecha ojo” dijo uno de ellos, “ya me lo voy a quebrar, ya tengo ganas de desquitarme en serio”  con la sangre corriendo en mi rostro alcancé a ver como escribía no se qué cosa en la cartulina, la puso sobre mi panza y levantó el machete, lo bajó directo sobre mi cuello con una fuerza descomunal.

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