jueves, 29 de enero de 2009

Doña No

Primera Parte

Llegar a vivir a Santa Úrsula fue una decisión muy difícil, era la única forma en que podría recuperar la presencia de mi familia después de una grave crisis económica. Ahí estaba el único trabajo que pude conseguir desde hacía mucho tiempo. Pero no es ésta la historia que quiero contar.
Cuando llegué a Santa Úrsula, llegué solo, me tuve que hospedar en la casa de Don Jacobo, el cantinero del pueblo, él fue el único que se interesó en rentarme un rinconcito de su bodega y solucionar mis necesidades de hospedaje, pensando que seguramente yo no tendría ninguna otra cosa que hacer en Santa Úrsula, que perder las tardes borrando mi memoria con el alcohol.
La comida era otro problema, pero diferente, las señoras que querían ofre-cerme sus servicios de comida hasta hacían cola en la puerta de “La Pasadita”, todas querían tener una entrada extra de dinero, y un fuereño como yo segurito era un buen negocio para cualquiera de ellas, pero Don Jacobo me sugirió que por ningún motivo aceptara esos ofrecimientos, que todas esas mujeres guisaban sólo con arroz y frijoles, que de ahí nadie las sacaría porque no sabían hacer otra cosa, que los pollos y las gallinas eran para las fiestas y nunca se cocinaba otra cosa que arroz y frijoles.
Haciendo caso a los consejos de Don Jacobo, los primeros treinta días no tu-ve más remedio que comer lo que se podía en “La pasadita”, las botanas de Don Jacobo. Al cabo de solo unos cuantos días empecé a dudar de mi capacidad de sobrevivencia con esa alimentación, si así se le podía llamar, basada en patitas de puerco a la vinagreta, cacahuates rancios salados y mojarras de dudosa pro-cedencia “bañadas” en una grasosa y reseca salsa de jitomate y chile, así que tuve que hacer extrañas combinaciones entre mis fuentes de alimentación, unos días como el chinito, “nala mas aloz”; otros, frijolitos pedorreros de todos colores, mezclados con extraños aderezos o complementos, que según la cocinera en turno, decía que era “carne de la buena” o “verduritas del campo” y cosas por el estilo. Segurito estaba condenado a bajar de peso a fuerza de voluntad externa.
Santa Úrsula es un pueblo frio, muy frio para mi gusto, está enterrado entre los cerros más altos en la sierra central. No se cual es su origen, pero hasta la fecha, los hombres que aquí viven, trabajan en una mina a cielo abierto, se extrae manganeso, y se encuentra en la mera punta del cerro de Santa Úrsula. Bueno, como se lo están acabando, lo que queda de él. La vista desde aquí es basta y satisfactoria, es raro que esté nublado y en ocasiones se llega a ver la costa a lo lejos. Aunque es más probable que sea mi ilusión, que me deja creer que vivo cerca del mar. Eso me hace imaginarme el mar al fondo del horizonte. No sé bien.
Y aquí comienza la verdadera historia. Fui a dar con Doña No, cuando mi je-fe, el Ingeniero Marcelo llegó al pueblo a supervisar mi trabajo, era una visita que me preocupaba mucho, dado que desde la facultad no hacía ningún levanta-miento de terreno. Pero al verlo realizar su “revisión”, me tranquilice mucho ya que su método, consistía en recorrer con la mirada el levantamiento topográfico, al mismo tiempo que con la mano señalaba hacia el terreno, donde se supone que se encontraba el lugar en donde tenia puesta su vista. Era un método de comprobación de la información topográfica muy extraño, pero me permitió sen-tirme eficiente en mi trabajo. El ingeniero Marcelo, aparentemente satisfecho, me miró fijamente y me dijo:
— Fidel, te invito a comer, vas muy bien con este trabajo.
— Gracias Ingeniero, pero lo mejorcito que hay aquí son las grasosas mojarras de Don Jacobo, dudo que encuentre Usted algún lugar mejor donde invitarme, a menos que quiera que bajemos a San Cristóbal.
Riendo jocosamente, me recordó que él había empezado su carrera en este perdido rincón de nuestro país.
— No Fidel, no hay que bajar a ningún lado— y mirándome fijamente continuó —si Don Jacobo no te ha dicho nada de la mejor comida del rumbo, es porque tanto a él, como a todos los demás habitantes de este pueblo, les da pena que los forasteros sepamos de la mejor cocinera del pueblo.

2 comentarios:

  1. la verdad me gusta tu historia inventada o será real? mmm...

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  2. Señor, escribe usted, y no lo hace mal. Si viera lo que tengo que leer todos los días.

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